En 1.970 la expectativa de vida se situaba entorno a los 72 años, mientras que en la actualidad esta expectativa está por encima de los 87 años, que con toda probabilidad aumentará en las próximas décadas, teniendo en cuenta que las previsiones de los mayores de 100 años superaran las 250.000 personas, con una farmacología potente, cirugía reparadora avanzada y procedimientos de prevención en tiempo real.
En términos de pensiones, en la década de 1.970, la persona se jubilaba a los 65 años, y el Estado se hacia cargo de una pensión durante unos 7 años, lo que significaba es que las cotizaciones recaudadas, con lo que finalmente se pagaría hacía sostenible el modelo, sin tener en cuenta de que la edad media en esa década era de 27 años, y la tasa de dependencia del sistema de pensiones era sumamente mayor a la actual.
Todos estos datos están disponibles en el INE, y de todos es conocido los continuos mensajes de políticos y medios de comunicación respecto a este asunto, además de la amenaza de Europa de que se tomen medidas para la sostenibilidad de un sistema insostenible en la actualidad.
En una empresa, la salud financiera es clave para el mantenimiento y continuidad de la misma. Los directivos, proponen nuevos productos y servicios, nuevas planificaciones, cambios en los recursos de producción, en el modelo comercial, en el modelo de financiación, etc., que hagan posible la continuidad y viabilidad de la actividad. Es normal, que la empresa diseña planes a corto, medio y largo plazo, que vigila en su cumplimiento y lleva a cabo las correcciones necesarias.
Con lo anteriormente expuesto, los dirigentes de los últimos 50 años, y sin lugar a dudas, los de los últimos 30 años (por el nivel de información en tiempo real disponible), son conocedores de que el modelo de pensiones debe de cambiarse (y debería de haberse comenzado el cambio hace décadas), porque con la predicción actual, la tasa de dependencia será de 1 jubilado por 1,5 personas cotizando, situación a todas luces inviable, el pedir a una población más joven que tienen que hacerse cargo de una persona mayor (de más de 65-67-70 años).
Esta situación provoca una ventana de oportunidad, que está haciendo posible el diseño de un nuevo sistema de atención a las personas mayores una vez finalice su edad laboral. A "bote pronto" una de las posibilidades que se les ha ocurrido a nuestros dirigentes, es el aumento de la edad de jubilación, pero dada la importancia de este asunto, porque no olvidemos que somos uno de los países más envejecidos del mundo, es necesario acometer un rediseño del sistema, con la combinación de nuevas fórmulas que hagan viable y sostenible un nuevo sistema de pensiones, donde no solo se debería de analizar desde un punto de vista de prestación económica (dinero), y la combinación de un plan privado de ahorro.
Cuando empezamos a trabajar, en la década de los 70, se nos decía que dispondríamos de un sistema de pensión a cargo del estado cuando llegásemos a los 65 años. A la juventud de ahora, se les dice que no tendrán pensión. En los últimos años se han llevado a cabo modificaciones cosméticas que no solucionan el problema. Es necesario, no una reforma, sino un diseño de un nuevo sistema.
Como en muchos de los aspectos de la vida, todos tenemos propuestas. En mi caso, la más importante es "despolitizar" este asunto, apuesta por una "circularización" de la economía, que significa cero intervencionismo del estado (solo supervisión), reducción drástica de la administración del Estado, aportación directa del tejido empresarial al nuevo sistema de pensiones, con la reducción/eliminación de los impuestos (conocer fehacientemente dónde van los recursos económicos y aportación de productos y de servicios al sistema de pensiones (no solo de dinero), con repercusión directa y beneficios al tejido empresarial (circulación de la calidad de vida).